Tuve que mantener la calma durante la espera. No había otra opción. Después de ver cómo mis planes de estudiar enfermería se desmoronaban frente a mis ojos, decidí seguir adelante y dar un salto de fe. Para asistir a mis rotaciones clínicas en la escuela de enfermería, necesitaba una verificación, de antecedentes criminales, y para eso, necesitaba un número de seguro social (no tenía uno); para obtener un número de seguro social, necesitaba cambiar mi visa a una visa de estudiante, y para hacer eso, necesitaba a alguien dispuesto a firmar un documento declarando que sería responsable por los costos de mis estudios y estadía en los Estados Unidos.
Encontrar a alguien dispuesto a hacer eso no es tan fácil como acercarse a cualquiera y preguntar: “¿Podrías firmar esto por mí? ¡Gracias!”
Así que volví a la universidad.
Elegí todas las materias que pude que no eran de enfermería pero que tenía que tomar antes de graduarme de todos modos. Después de eso, conseguí un tercer trabajo para ayudarme. Luego, me inscribí en el nuevo semestre por fe. No sabía de dónde vendría el dinero o la persona dispuesta a firmar. Además, no estaba segura si podría obtener el cambio de estatus que necesitaba.
Llena de incertidumbre pero sabiendo que Dios no deja ningún asunto sin terminar, perseveré, sabiendo que estaba cubriendo todas las bases a mi alcance. Elegí mantener la calma durante la espera, así que me enfoqué en dejar que Dios fuera Dios y disfrutar del viaje.
Para no hacerte largo el cuento
Dios envió a la persona dispuesta a firmar sin que yo tuviera que preguntar ni convencer a nadie. Completé mi cambio de estatus justo a tiempo. Mientras tanto, saqué todas las clases no relacionadas con enfermería del camino. Entonces, cuando ingresé al programa de enfermería la primavera siguiente, las cosas fueron menos complicadas. Me pude dar el lujo de concentrarme solo en mis clases de enfermería. No tenía el estrés adicional de clases no relacionadas pendientes.
Al final, Dios coordinó todo maravillosamente. Tenía otros planes para mí, cuando yo intentaba apresurarme y hacer todo lo más rápido posible. Quería que me detuviera, que fuera más feliz y estuviera menos estresada.
No tengo una fórmula para que puedas mantenerte tranquilo durante la espera. Sin embargo, tengo un testimonio y la lección que vino con mi experiencia.
Hoy, puedo decirte con toda certeza que Dios siempre querrá evitarte estrés y dolor innecesarios. Entonces, la próxima vez que experimentes un cambio repentino en tus planes, no te resistas. Tal vez sea su forma de decirte:
“Hijo, te veo, te escucho y te conozco, déjame cuidarte.”
Espera con paciencia al SEÑOR. Sé valiente y esforzado; sí, espera al SEÑOR con paciencia.