Decirle adiós a mi temporada de soltería bien adentrada en mis veintes es algo que nunca vi venir. Aunque había orado por mi futuro esposo desde los doce años, nunca consideré seriamente involucrarme sentimentalmente con alguien durante la secundaria o la universidad. Amaba demasiado mi soltería como para dejarla ir así nada más.
Sin muchos ejemplos saludables a los que admirar, crecí con cierta desconfianza hacia las relaciones. Pasar de “yo” y “mí” a “nosotros” fue todo un proceso. Un proceso a través del cual mi ahora dulce y amoroso esposo me guió pacientemente.
Sin embargo, al mirar atrás, me doy cuenta de que no importa cuán dulce, paciente y amorosa sea tu pareja, nunca te sentirás cómoda pasando de lo singular a lo plural hasta que estés lista para hacerlo.
Enfrentando la presión social
Muchas personas han terminado en matrimonios infelices por ceder a la presión de la sociedad. Ser una mujer cristiana, soltera, de más de veinticinco años es juzgado mucho más de lo que debería, y nunca entenderé por qué. “¡Deberías conseguirte un esposo!”, “¿Cuándo te casas?”, “Voy a presentarte a tal persona…”, “¡Te está dejando el tren!”. Estas fueron solo algunas de las cosas que personas “bien intencionadas” me dijeron después de graduarme de la universidad sin un anillo en el dedo.
Tengo una pregunta para las personas no solteras: ¿Por qué juzgan tanto a los solteros?
Y aquí va una pregunta para los solteros: ¿Y a ustedes qué les importa?!
Nadie más que las dos personas involucradas tendrá que lidiar con las consecuencias de una unión exitosa o fallida. Es tu vida, tu corazón y tu decisión. Nadie más tiene el derecho de decirte cuándo, cómo ni con quién.
Disfrutando la soltería
La soltería es un regalo. Una temporada de la vida para crecer, autodescubrirte y profundizar en tu relación con Dios. Antes de las responsabilidades del matrimonio, tuve más libertad para ciertas cosas. Más tiempo y espacio para explorar mis pasiones, servir en el ministerio y desarrollar mi carácter. Viajé a otros países, viví entre tribus indígenas, invertí en amistades duraderas y, lo más importante: dediqué tiempo sin distracciones a Dios. Siempre atesoraré esos años en mi corazón, pues fueron esenciales para moldearme en la persona y la esposa que soy hoy.
1 Corintios 7:32-34 habla sobre las ventajas de la soltería para servir al Señor con atención indivisa. El matrimonio es hermoso, pero la soltería también lo es. Aprender a abrazarla y disfrutarla es clave para vivir una vida plena, ya sea que el matrimonio esté o no en tu futuro.
Dejando que Dios escriba tu historia de amor
Una de las lecciones más valiosas que aprendí en mi temporada de soltería fue entregar mis pensamientos y sentimientos a Dios. Proverbios 3:5-6 nos anima a confiar en el Señor con todo nuestro corazón y no apoyarnos en nuestro propio entendimiento.
Cuando llegó el momento adecuado, mi corazón estaba listo y había abrazado por completo mi soltería; Dios me bendijo con una relación basada en la fe, la confianza y el amor mutuo por Cristo.
Si estás soltero, te animo a que dejes de verlo como una sala de espera para el matrimonio. En su lugar, comienza a abrazarlo como una temporada de preparación y gozo. Usa este tiempo para crecer, servir y descubrir quién eres en Cristo. El matrimonio es una bendición, pero la soltería también lo es.
No dejes que la sociedad te imponga un itinerario. No permitas que el miedo te apresure a algo para lo que no estás listo. En su lugar, confía en el plan perfecto, el tiempo perfecto y el amor perfecto de Dios. Porque, ya sea soltero o casado, nuestra identidad y sentido de satisfacción solo se encuentra en Él.
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