Las cosas más miserables le habían sucedido a ella. Con tan solo cuatro meses de vida, su pequeño cuerpo había pasado por más abuso y trauma que cualquier persona debería experimentar en toda una vida. Estaba en el hospital, luchando por recuperarse. Si lograba sobrevivir, las secuelas de su sufrimiento la acompañarían por el resto de sus días. Nada en su situación era justo. Es un caso que nunca olvidaré.
Me cuesta mucho lidiar con las injusticias y, a veces, incluso con el perdón. Tan solo pensar en el perpetrador del sufrimiento de esa bebé hace que la sangre me hierva de coraje. La justicia humana estaba haciendo su parte, pero ¿sería eso suficiente?
A veces me pregunto por qué Dios no erradica el mal de una vez por todas y empieza de nuevo. Pero entonces miro la cruz y recuerdo que Jesús murió por toda la humanidad miserable, incluyéndome a mí.
En esta época del año, los cristianos celebramos la muerte y resurrección de Jesús. Cantamos sobre la tumba vacía, compartimos publicaciones sobre la esperanza y recordamos que Dios amó tanto al mundo que entregó a Su único Hijo. Pero muchas veces olvidamos que “el mundo” incluye a las personas que jamás escogeríamos salvar.
Jesús murió por las víctimas… y por los agresores. Por los arrepentidos y los rebeldes. Por los que luchan por sobrevivir, y por los que han causado un dolor indescriptible. Para ser honesta, esto es difícil de aceptar. ¿Por qué lo haría? ¡Ellos no lo merecen!
Pero… ¿acaso yo lo merezco?
No tiene sentido. No parece justo. Pero la gracia nunca lo es.
Dios sigue trabajando en mi corazón sobre este tema.
Así que, hacemos espacio tanto para el duelo como para el concepto de la gracia. Acompañamos al quebrantado. Clamamos por justicia. Y, aun así, nos maravillamos ante el escándalo de la cruz. Porque la verdad es que Jesús muriendo en la cruz por seres humanos miserables, pecadores, malvados y repugnantes (entre los cuales estoy yo), es la cosa más escandalosa que he escuchado en mi vida.
Ahora, cada vez que me encuentro como el hermano del hijo pródigo, luchando por entender la disposición de Dios a perdonar a quien no lo merece, recuerdo que por estos miserables… murió Jesús incluyéndome a mí.
“Cristo murió por nosotros cuando todavía éramos pecadores.” —Romanos 5:8
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