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Hasta Luego, Nicaragua

¿De qué sirve hacer “trabajo misionero” de todos modos? Antes de que nosotros naciéramos, ya había necesidad en el mundo, y luego de que muramos seguirá existiendo. ¿Será que vale la pena? La respuesta es sí, sí que lo vale.  Porque , si no utilizamos los talentos que Dios nos ha dado para trabajar por el bien de la humanidad, entonces ¿para qué estamos aquí?

Recientemente tuve la oportunidad de pasar 2 meses con los indígenas Miskito de Nicaragua. Aunque mi estadía en Nicaragua fue acortada a causa de la situación política que el país atraviesa actualmente, durante este periodo pude aprender algunas cosas. Aprendí que las consecuencias del pecado son reales, que el dolor y el sufrimiento son reales, y que la guerra es real. Todas estas cosas son muy, muy reales.

Son tan reales como los conflictos armados que están sucediendo en Nicaragua y el número de muertos y heridos que va en aumento cada día.

Tan reales como Lualinda, la pequeña niña que a su tierna edad carga sobre sus hombros con un peso que no le corresponde, literalmente. Muchas veces se le puede observar con cartera en mano y hermanito menor en su espalda caminando descalza junto a su hermana hacia la escuela… y tan reales como Lamberto,  el niño que todos los días lucha por una educación, pero que lucha mucho más de lo que debería; después de todo no es fácil concentrarse cuando uno está descalzo y sin ropa.

Pero la buena noticia es que Jesús y su segunda venida son también muy reales, así como aquel día cuando el pecado junto con sus devastadoras consecuencias será finalmente erradicado para siempre.

Sí, los niños Miskito de Tasba Raya están muy necesitados. De hecho, necesitan toda la ayuda que puedan recibir. Sin embargo, Tasba Raya no es el único lugar necesitado. Hay necesidad por todos lados. Todo lo que tienes que hacer es prestar atención.

Jesús viene pronto, y Él te está llamando a ti, sí, a ti para que hagas todo lo que te sea posible por alcanzar a otros.

No, no necesitas ir a otro país para ser un misionero. Tu campo misionero es tu familia, tus vecinos, tus compañeros de trabajo, tus amigos, el desconocido en la tienda, el indigente que se sienta en la esquina opuesta a tu escuela, y el conductor impaciente detrás de ti. ¡La necesidad se encuentra en todos lados!

Sin embargo, si se te presenta la oportunidad de ir a otro lugar, tómala, no la dejes ir. Aférrate a ella y da todo de ti. Dar un paso fuera de tu zona de confort no es algo sencillo, y algunas veces tendrás que esforzarte para que cosas como el prejuicio y el temor no se interpongan entre ti y tu misión. Pero Dios está contigo en todo momento.

Recuerda, no se trata de una moda, sino de una mentalidad. La mentalidad que Jesús intentaba transmitir a sus discípulos cuando les dio la gran comisión de Mateo 28:16-20.

¿Estás pensando en ir como misionero o tal vez en iniciar un ministerio en donde estás?  ¡Hazlo! ¿Sentirás miedo en algún punto? Es muy posible. Solo recuerda que ni Moisés, ni Josué, ni Gedeón se sintieron alguna vez confiados en sí mismos antes de una batalla. De haberse sentido llenos de confianza propia, nunca hubieran podido completar la misión a la cual habían sido llamados.

¡Atrévete! Ningun acto de bondad es demasiado insignificante. No tengas miedo de hacer una diferencia. Nunca olvides que Aquel que te envía, fielmente te sostendrá hasta el final.

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