¿Tienes por costumbre detenerte a reflexionar en los pequeños detalles de la vida?
¿Tomas el tiempo para notar esa insignificante piedrecilla que pateas al andar, aquellas las hermosas flores a lado del camino, o las nubes de algodón que adornan el cielo azul?
¿Gozas del aire fresco? ¿Te das cuenta de lo bendecido que eres? No todos disfrutan de ese privilegio. ¡En algunos lugares el aire está tan contaminado que la gente tiene que usar una mascarilla!
¿Vives en un país libre de guerra? No todos gozan de ese privilegio. Para muchos, la esperanza de volver a ver la luz de un nuevo día ha sido bruscamente arrebatada por las inclementes manos de la guerra.
¿Tiendes a contar tus bendiciones? ¿O tiendes a enfocarte en tus problemas?
Cuando nos enfocamos en nuestros problemas, perdemos de vista nuestras bendiciones, es verdad. A veces hasta nos quejamos cuando solo tenemos arroz y frijoles para comer, ¡pero olvidamos que hay muchos que ni siquiera un pedazo de pan tienen para llevarse a la boca!
Estarías sorprendido con la cantidad de personas que no tienen acceso al agua potable, ¡mucho menos a recursos de salud o información sobre los principios de salud más básicos como la importancia del lavado de manos!
Si estás leyendo esto, me atreveré a asumir que lo más probable es que la mayoría de los problemas que he mencionado no sean algo con lo que luchas a diario.
Es importante ser agradecido por las cosas que tenemos. Y por muy cliché que suene, es también importante que aprendamos a ver el vaso medio lleno en vez de medio vacío. Mantener una constante actitud de gratitud no es siempre fácil. ¡A veces es más fácil ahogarse en un vaso de agua!
Sin embargo, la Biblia nos recuerda nuestro deber de mantener una actitud de gratitud en todo tiempo:
“Estad siempre gozosos. Orad sin cesar. Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús.”
1 Tesalonicenses 5:16-18 RVR 1960
La Biblia está llena de hermosas promesas, promesas para ti y para mí. ¡Todo lo que tenemos que hacer es reclamarlas!
Dios ha prometido que cuidará de ti. Él ha prometido que proveerá para tus necesidades. Y tú puedes descansar seguro en esa promesa.
“Joven fui, y he envejecido, y no he visto justo desamparado, ni su descendencia que mendigue pan.”
Salmo 37:25 RVR 1960