No era feito — ¡era espantoso! El primer perro que recuerdo que mi papá trajo a casa fue un verdadero espectáculo. Era del tamaño de una rata, tenía pelones por todo el cuerpo, y unos dientecitos chuecos que sobresalían de forma graciosa.
Todavía recuerdo ese momento como una fotografía congelada: mi papá entró con una caja de zapatos en la mano y una sonrisa traviesa en el rostro. Yo no entendía nada. Pero la cara de mi mamá cambió al instante. Se llevó la mano a la frente y exclamó: “¡No, no, no! ¡¿Por qué me haces esto?!”
Pero cuando mi papá bajó suavemente la caja y me asomé, vi a una criaturita diminuta, temblorosa y completamente despeinada. Y en ese instante, me convencí de que nunca había visto algo tan hermoso en toda mi vida. Tenía cuatro años.
Me asignaron la tarea solemne de ponerle nombre, y después de una semana entera de deliberación, decidí llamarlo Yonky. Estaba claro que ya había pasado por mucho. Su piel maltratada y las áreas pelonas eran resultado de que sus antiguos dueños le pusieran medicina antipulgas… para vacas. Y sí, exterminaron las pulgas, ¡pero casi exterminaron al perro también!
Mi mamá, que todo lo arregla con gentileza, se propuso sanarlo. Poco a poco, el pelaje de Yonky empezó a crecer de nuevo… y su confianza también.
Yonky el “feito” se convirtió en mi pequeño compañero. Lo cargaba como si fuera un muñeco, lo seguía a todas partes, y lo llenaba de abrazos. Pasó de estar descuidado y químicamente quemado a ser exageradamente amado — quizá demasiado amado — por una preescolar intensa y obsesionada con los perros. Él era mi posesión más valiosa.
Hermosos a sus ojos
Dicen que la belleza está en los ojos de quien observa, y yo creo que es verdad. Pero aún más que eso — nuestro valor no depende de cómo nos vemos o en qué condición estamos. Ya somos hermosos a los ojos de Dios. Nuestras heridas, sarnas y pelonas no nos descalifican. Si acaso, lo atraen más hacia nosotros.
Dios no se asusta con el desastre. No se echa para atrás ante un pasado “feito”. Él ve lo que otros no ven — un corazón que anhela sanidad, amor y pertenencia. Y así como Yonky encontró un hogar con nosotros, nosotros lo encontramos en Él. Él nos llama Su posesión especial, y ninguna cantidad de cicatrices puede cambiar eso.
¡Eres escogida/o!
Tal vez sientas que tu pasado te ha hecho difícil de amar. Quizás te mires con los lentes de la vergüenza, el fracaso o el rechazo — como ese cachorrito tembloroso dentro de una caja de zapatos. Pero amiga, amigo: Dios te ve como Su tesoro escogido. Hermosa, hermoso.
Él se deleita en ti. Así que déjalo llevarte a casa. Déjalo sanar tus heridas. Y cuando dudes de tu valor, recuerda esto: eres Su posesión más valiosa.
“Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios,
para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable.”
— 1 Pedro 2:9
También te puede interesar: