Estar en un aeropuerto es una de mis cosas favoritas en el mundo. La anticipación de las aventuras por suceder, los olores, el observar a los viajeros y la emoción que emanan por lo que les espera del otro lado o al regresar, no tienen comparación, en mi opinión. Sin embargo, una noche de marzo durante mi último año en la universidad, pasé por una de las situaciones más estresantes que he vivido en un aeropuerto. Esa misma noche, también experimenté un milagro.
Volviendo a casa
Estaba regresando de un viaje médico-misionero de diez días en la República Dominicana. El departamento de enfermería de mi universidad organiza este viaje misionero cada año. Aunque principalmente asistían estudiantes de último año, el viaje misionero estaba abierto a clases no graduandas, pero nunca había tenido la oportunidad de participar. No podía dejar que mi último año de licenciatura pasara sin ser parte de una experiencia tan maravillosa. La forma en la que pude asistir al viaje médico-misionero también es un milagro, pero esa es una historia para otro día.
Como viajeros en grupo, viajamos juntos de regreso a Estados Unidos en el mismo vuelo, aterrizando en Miami; sin embargo, el grupo se dividió en dos para el vuelo doméstico de regreso a Texas. El primer vuelo era a las 7:39 p.m., y el segundo y último del día era a las 9:39 p.m. Yo estaba en el primero.
Problemas
Cuando llegué al oficial de aduanas, revisó mis documentos y tomó mi escaneo biométrico. Todo iba bien hasta que notó que faltaba un documento importantísimo en forma física en mi pasaporte. Me preguntó por qué no estaba, y le expliqué. La razón estaba fuera de mi control.
El oficial me dijo que aunque entendía eso, y el documento aparecía en el sistema, también tenía que estar en forma física en mi pasaporte para que me dejara pasar. Las reglas eran las reglas, y no podía omitirlas. Me pidió que esperara mientras consultaba la mejor manera de proceder.
El cuarto
Cuando el oficial del aeropuerto regresó, me escoltó a una pequeña sala trasera y me pidió que esperara allí.
La energía en el cuarto era tensa. Viajeros de todo el mundo estaban sentados con sus equipajes de mano. Algunos se movían inquietos, otros lloraban, e incluso había una chica teniendo un ataque de pánico. Hice una oración rápida y traté de mantenerme calmada.
Continuará…
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