Hace muchos años leí un libro titulado “La oración de Jabes” escrita por Bruce Wilkinson. Este libro se centra en la historia de Jabes, un hombre cuya oración inusual fue respondida. Eso es prácticamente todo. La Biblia no lo menciona antes de 1 Crónicas 4, y tampoco lo menciona después. Sabemos muy poco acerca de él. De este capítulo de la Biblia, descubrimos que es descendiente de Judá. Su madre lo dio a luz con dolor. Fue tanto el dolor que lo llamó Jabes, que literalmente significa “nacido en dolor” o “doloroso”. Y, por alguna razón, se destacó entre sus hermanos y fue bendecido.
Pero ¿qué hay en Jabes que lo hace tan especial? ¿Por qué parece haber algo extraordinario en este hombre aparentemente común? Cada vez que leo la breve historia de Jabes en la Biblia, mi mente no puede evitar hacer la conexión entre su inusual petición y Mateo 7:7
Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
¿Podría ser que lo que hace tan extraordinaria esta historia es el hecho de que Jabes era un hombre común como tú y como yo, que vivió cosas extraordinarias porque se atrevió a pedir?
¿Simplemente por eso?
La Biblia afirma claramente cuánto le gusta a Dios que nos acerquemos a Él como un niño se acerca a su padre. Cuando un niño pequeño necesita o quiere algo, el niño, sin dudarlo y sin temor, se lo comunica a su padre. Dios quiere que tengamos ese mismo tipo de confianza en Él. Acercarnos a Él con toda la confianza del mundo, sabiendo que ya sea que nos conceda nuestras peticiones exactamente de la manera que esperamos o no, Su cuidado y mejores intenciones siempre están ahí para nosotros.
Al entrar a un nuevo año, hagámoslo con una actitud de agradecimiento. Avancemos con valentía en el nombre de Jesús. Vayamos con fé hacia el trono de nuestro Padre, para dar a conocer nuestras peticiones a Dios.
Acerquémonos, pues, al trono de la gracia de Dios con confianza, para que recibamos misericordia y encontremos gracia que nos ayude en el momento de necesidad.