Su corazón atribulado no encontraba paz. Después de tantos años, su pecado lo estaba alcanzando. En menos de veinticuatro horas, se encontraría con el hombre a quien había agraviado hace veinte años, el hombre del cual había estado huyendo, su hermano gemelo, con quien llevaba prácticamente una vida distanciado.
Temeroso de represalias, envió ofrendas de paz por adelantado, esta vez atormentado por la seguridad de su familia. Pero todo lo que recibió a cambio fue silencio, un silencio que resonaba con su angustia interior. Perdido y sin respuestas, recurrió al único Dador de paz, luchando por alcanzarla con una desesperación palpable.
Una noche de lucha
En su mente, sabía que Dios estaba con él; sin embargo, la voz impertinente de una conciencia culpable lo mantenía inquieto. Desesperado, se quedó atrás del grupo de viajeros, solo, o al menos eso pensaba. Fue entonces, en su hora más oscura, tanto literal como figurativamente, cuando se encontró cara a cara con Dios. No solo se encontró con Dios, sino que luchó con Él, argumentó con Él y se aferró a Él con todas sus fuerzas, negándose a dejarlo ir hasta recibir una bendición.
La paz, un fruto del Espíritu
La historia de Jacob comienza con mucha turbulencia. Génesis 25:26 muestra que la relación con su hermano había sido conflictiva desde el vientre. Años más tarde, sus decisiones de vida solo complicaron más las cosas, y se condenó a sí mismo a vivir como un fugitivo. Con un pasado pesado y complicado colgando como una nube oscura sobre él, dondequiera que iba, no podía evitar que las sombras de sus errores anteriores afectaran sus relaciones interpersonales, que eran todo menos pacíficas. (Ni siquiera hablemos de su dinámica familiar). Pero en medio del caos, Dios seguía con él. En su hora más atribulada, Él se presentó, dispuesto a ofrecerle a Jacob la paz que nadie más podía darle.
Cultivando paz en medio de la tormenta
En Génesis 28, leemos acerca de un sueño de parte de Dios que cambió la vida de Jacob. En este sueño, Dios le aseguró a Jacob Su presencia mientras él huía, temeroso por su vida, hacia una tierra desconocida y extranjera. Luego, en Génesis 32, encontramos a Jacob veinte años más tarde; quien a pesar de tener más experiencia de vida, se siente aún más asustado y atribulado que cuando era joven. Después de una noche de lucha con Dios, Jacob sigue adelante en paz y se reconcilia con su hermano.
Las pruebas y tribulaciones que experimentamos en esta vida son un ciclo sin fin. Es un hecho sombrío sobre este mundo pecaminoso del cual no podemos escapar. Sin embargo, por mucho que así sea, no significa que no podamos cultivar paz en medio de la tormenta.
Un día a la vez
Un detalle de la noche de lucha de Jacob que me llama la atención es cómo buscó la soledad. Durante ese tiempo a solas, se encontró cara a cara con Dios. Esto me recuerda el hábito de Jesús de buscar la soledad para pasar tiempo a solas con Su Padre. ¿Recuerdas la última noche de lucha de Jesús en el jardín de Getsemaní? (Marcos 14). Solo Su Padre le dio la paz más allá de todo entendimiento para enfrentar los hechos previos a la crucifixión.
Si aún no has cultivado el hábito de pasar tiempo a solas con Jesús, te animo a empezar hoy. En Él y solo en Él, encontrarás la fuerza para enfrentar las pruebas y tribulaciones de esta vida con una paz que sobrepasa todo entendimiento.