Fruto del Espíritu Amor

Amor incondicional en un mundo egoísta

El amor incondicional (o falta de) fue lo que impidió que el joven rico siguiera a Jesús. A primera vista, podrías pensar que la historia se trata solo de dinero, pero va más allá de eso. El joven rico había buscado ser justo desde temprana edad. Sin embargo, el joven rico tuvo que elegir entre seguir a Jesús o conservar sus riquezas. Con el corazón angustiado, eligió lo segundo.

Los frutos del Espíritu, mencionados en Gálatas 5:22, son una lista de cualidades de alguien que vive en sintonía con el Espíritu Santo. El primer fruto del Espíritu que menciona el versículo bíblico es el amor. Sabes que el amor es genuino cuando no es egoísta.

Pero, ¿cómo cultivamos el amor incondicional, desinteresado y desprendido – también conocido como Ágape – que Jesús mostró por nosotros en la cruz en un mundo egoísta que glorifica tanto al yo?

Practicando actos de desprendimiento

Segun investigaciones, los que participan en actos desinteresados como compartir y hacer voluntariado tienden a disfrutar mayor gozo y satisfacción en sus vidas personales. El gozo es el segundo fruto del Espíritu; ¡lo discutiremos en el próximo devocional! 😊

Cuando Jesús lavó los pies de los discípulos durante la Última Cena, mostró Su amor incondicional. Lo hizo al servir desinteresadamente a todos Sus discípulos sin excepción. Jesús los amo a todos por igual, incluso cuando sabía que Judas lo traicionaría y Pedro lo negaría.

Jesús vivió en esta tierra con un desprendimiento al yo intencional que culminó en el acto supremo de amor incondicional: morir en la cruz por ti y por mí.

¿Por dónde empezar?

Una práctica en el tiempo de Jesús llamada Corbán era una ofrenda especial que los fariseos y escribas reservaban para el templo. Sin embargo, Jesús señaló su insinceridad. Sus intenciones eran egoístas. Utilizaban esto como una excusa para no cuidar de sus padres ancianos y tener algo de qué presumir en el templo.

Nuestras familias son las personas que Dios nos ha dado para ayudarnos a desarrollar el desprendimiento. Con nuestros familiares aprendemos a cultivar el primer fruto del Espíritu: el amor. ¿Quieres desarrollar este fruto del Espíritu en tu vida? Te animo a practicar intencionalmente y a diario en desprendimiento. Comienza por tu familia, tal como Jesús lo hizo con Sus discípulos.

“Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos por los otros.” –Juan 13:34-35

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